Érase una vez un anciano y un niño que viajaban con un burro de pueblo en pueblo.Llegaron a una aldea caminando junto al asno y al pasar por ahí, un grupo de jóvenes se burló de ellos.
Jovenes: ¡Qué par de tontos!... Tienen un burro y, en lugar de montarlo, van los dos caminando. Por lo menos, el viejo podría subirse al burro.
Anciano: Tienen razón, hijo.
Niño: Móntese usted, abuelo, que usted está más cansado.
El anciano se subió al burro y prosiguieron la marcha. Llegaron a otro pueblo y, al atravesarlo, una vecina se molestó mucho cuando vio al adulto sobre el burro y al niño caminando al lado.
vecina: ¡Parece mentira!... El viejo sentado y el pobre niño caminando. ¿Cómo no le da vergüenza?
Abuelo: Tiene razón, hijo. Yo estoy aquí tan cómodo y tú…
Niño: Pero, abuelo, si yo no estoy cansado…
abuelo: Cambiemos. Móntate tú ahora en el burro.
El anciano y el niño intercambiaron sus puestos y siguieron su camino hasta llegar a otra aldea.
Gente: ¡El colmo!... Vengan a ver esto, vecinos… El joven montado en el burro y el pobre anciano, que no puede con su alma, caminando.
Abuelo: Vamos a hacer una cosa, hijo.
Niño: Dígame, abuelo.
Abuelo: Tú pesas poco. Creo que el animal puede con nosotros dos.
El burro avanzaba sin problemas llevando al niño y al abuelo sobre el lomo. Pero cuando cruzaron junto a un grupo de campesinos…
Gente: ¡Tengan compasión, caramba!... ¡Van a reventar a ese pobre animalito!
Abuelo: Ya no sé qué hacer, hijo… Pero tienen razón, porque el burrito debe estar desfacellido …
Niño:¿Y si lo cargamos, abuelo?
Abuelo: ¿Cargar al burro?... Tal vez podamos…
Y así llegaron al siguiente pueblo, el anciano y el niño con el burro sobre sus hombros.
Gente :¡Nunca vimos gente tan boba!... Tienen un burro y, en lugar de montarse sobre él, lo llevan a cuestas… ¡Qué tontos!.
Mejor ejemplo no puede haber, no podemos ir por el mundo dandole gusto a los demás y viviendo una vida impersonal solo por no tener criterio propio y no hacerte responsable de tu propia vida, espereando que los demás experimenten contigo y aprendan a tus costillas; o mejor aún te controlen como si fueras un titere.
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